miércoles, 9 de octubre de 2013

Una ordenanza de vagos y maleantes



Vaya semanita que me está dando la Seña Botella. El lunes no me deja tocar la guitarra en la calle para evitar la mendicidad, hoy no me deja pedir en la calle para evitar la pobreza, supongo.

Es noticia de hoy mismo, que el Ayuntamiento Botellín va a sacar una ordenanza de vagos y maleantes o algo parecido.

Dicen que dice esta ordenanza, que el chaval negro que hay en la puerta de mi supermercado de referencia, el que te sonríe al entrar o salir con un ejemplar de “La Farola” en la mano, el que tiene un gesto amable con mi hija y el que te ayuda, si se lo pides, a llevar las bolsas hasta el coche, a ese chico educado y servicial, le van a multar hasta con 750€ por practicar la mendicidad.

Dicen que dice esa futura ordenanza de vagos y maleantes que se prohíbe y se multa el escupir en la calle, gritar, saltar, ir en monopatín, dar de comer a los animales en la calle o pedir servicios sexuales en la rúe.

Dicen que dice, que prohibe y multa tal cantidad de cosas y tan variopintas que la verdad es que va a dar "miedito" salir a la calle. Y creo que algo de eso buscan los que escriben lo que otros dicen que dice, porque otra de las cosas que prohíben y multan es acampar en la Puerta del Sol (supongo que lo generalizarán, pero vaya, se entiende lo que se entiende) y Mauricio Colmenero, el de Aida, bailando eso del tiritiritirri a sus anchas.

No dice nada esta nueva ordenanza de las razones por las que la gente tiene que pedir en la puerta de tu supermercado de confianza, no dice nada de que ayudas van a darle a este muchacho negro de la puerta del supermercado para que no tenga que seguir pidiendo.

No dice nada de cómo combatir las mafias que explotan a las mujeres en las calles y en los burdeles.

No dice nada de como mejorar la conciencia cívica de los ciudadanos. Solo dicen que dice, de prohibir y de multar y de recuadar, imagino.

No dice nada de las mierdas de perro de más de un mes, o dos, o tres (en mi barrio las empezamos a datar con la prueba del carbono 14) que le han prohibido (palabreja predilecta del vocabulario del Ayuntamiento Botellín) recoger a los barrenderos.

No dice nada de las aceras cochambrosas, de los cubos rebosantes de basura día si, día también.

No dice nada de las máquinas sopladoras que han sustituido a las anticuadas escobas, que levantan tal polvareda que lo unico que hacen es trasladar el polvo y la suciedad del asfalto (este siempre impoluto a mayor gloria de los comedores de petróleo) a las aceras, coches aparcados, bancos, árboles y demás objetos de la calle, incluidos el fulanito y la fulanita de turno que poco avezados no cambian de acera oportunamente.

No dice nada de que Madrid es una ciudad cada vez más vieja, más gris, más aciaga y desagradable. De eso no se ocupa la Ordenanza de vagos y maleantes, ni por supuesto el Ayuntamiento Botellín.

Y tampoco dicen que dice nada de que a las mesas petitorias de firmas contra la Ley Wert o el tasazo universitario se le están poniendo miles de problemas e incluso retirando de la calle por “no haber informado previamente”, como si una mesa plegable y unas pocas hojas con firmas impidieran el paso de esa mayoría silenciosa que les vota, claro que esta es una estupenda excusa para limitar el impacto de las protestas ciudadanas y que los silenciosos sigan cayados.

Tampoco dice nada la Ordenanza de vagos y maleantes, de los cientos de papeles y trabas burocrátias que a unos compañeros del PSOE de San Blas les han obligado a tomar la decisión de no instalar este año el chiringuito en las fiestas de su barrio. 

Invisibilizar a la oposición es también una estrategia, pero de Goebbels, inventor de la Gestapo y de las técnicas de propaganda Nazi.

El PP tiene la fea costumbre de con cada cambio legal, sea al nivel que sea, recortar, acotar, reducir, exprimir, esmirriar un derecho, una libertad o una buena práctica.

Tengo la sensación, cada vez menos sensación y más certeza, de que vivimos en una dictadura cada vez menos disimulada y cada vez más llena de prohibiciones, multas, aguiluchos y cruces gamadas. Y el Ayuntamiento Botellín, no es ajeno.

Ahora es necesaria una contundente respuesta de la oposición madrileña. Que no se quede en la retórica de las ruedas de prensa y pase a la acción de la denuncia de una deriva tan dañina como peligrosa.

1 comentario:

  1. y todos callados porque "como a mi no me afecta, que no pido en la calle, no grito, no soy músico ni vendedor abulante, no tengo perro..." pero el día que me toque será de masiado tarde, echaré la vista atrás y madre mía que miedito.

    ResponderEliminar