miércoles, 13 de septiembre de 2017

Mírame a los ojos



No. Si alguien cree que este relato que viene a continuación tiene tintes romántico-platónicos, gracias por tu visita y hasta la próxima, o no conoces a esta sandía o eres demasiado ingenu@.
Al grano. He pasado un verano de esos que no se les recomiendas, casi, ni a tu peor enemigo y la guinda ha sido pasarme el último fin de semana y principio de esta, entre urgencias y una planta de cardiología de un reputado hospital madrileño, pero no va de eso la cosa (mi madre bien, gracias)
Estuve un tiempo más que prudencial en las urgencias, en la sala de espera y en la espera de un box y me di cuenta, de que el 90% del tiempo de los médicos, no de las enfermeras, est@s estaban sentad@s delante del ordenador.
Pero no solo el tiempo en que no veían enfermos, que va, sino también en el que los veían.
Te sientan en una camilla y a partir de ahí te interrogan, pero mientras no paran de escribir en el ordenador, de escribir incluso antes de que tú les cuentes qué te duele y lo que es más alucinante, tras dos palabras tuyas escriben y escriben párrafos sin fin, y ni tan siquiera te han mirado a los ojos una sola vez.
Uno tiene la confianza en que ese tiempo lo dedican a ver análisis, informes anteriores y otras cuestiones médicas de tu historial, pero cuando te preguntan, ¿y esto desde cuanto les pasa? Y vas tu y les dices que es la cuarta vez que vas a urgencias del mismo hospital en el último mes, entonces la mosca se te posa en la oreja y piensas. ¿Qué narices escriben en el ordenador que no les sirve para la siguiente visita? ¿Y porque narices escribe en el ordenador y me pregunta sin mirarme y utiliza solo un 10% de su tiempo en verme?, como si el enfermo fuera una voz en off y su alter ego un monitor de ordenador.
Luego, cuando después de darte el alta vas a tu médico de familia a contarle lo que has pasado, va y coge el informe, teclea unos dígitos y se pone a leer el informe en el maldito ordenador médico y ni tan siquiera ha utilizado 10 segundos en mirarte a los ojos y ver lo malito que estás. Aunque supuestamente ya te hayan curado en el hospital de referencia.
Y qué decir de ese silencio espeso y agrio que se extiende desde que entras en la consulta hasta que te mira, por fin, y te dice ¿Y bien, que le pasa? Ese silencio que no sabes si ponerte a cantar, a llorar o recitar un poema lorquiano a modo de esquela mortuoria, porque ese silencio se parece más al de un velatorio, que el que realmente hay en modernos tanatorios transformados ya en escenario de “monólogos” familiares a costa del finad@.
Pero podría pensar esta sandía, que esto es fruto de los cambios en la Sanidad, pero ete aquí que zas, vas al banco a hacer una gestión, que por seguridad no puedes hacer por internet y lo mismo, otra vez esa mirada al ordenador, ese silencio vacío y tenso y ese mirarte la punta de los pies porque ¿Cuál es la postura adecuada cuando el de enfrente no te mira porque la máquina puede más que tú?
El mundo avanza que es una barbaridad decía una afamada zarzuela, sin duda, y vamos de camino a una sociedad robotizada, pero no nos equivoquemos, no será, una sociedad de robots, sino de personas que actúan robotizadas, que atienden servicios robotizados y que dejan a l@s usuari@s (ell@s también lo son cada cual en su momento) convertidos en gélidas estatuas de sal esperando que en algún momento alguien, les mire a los ojos.

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