Hemos pasado el puente de todos los Santos (felicidades por
cierto) en la comarca de Osona en Barcelona. Más exactamente en Folgueroles,
pueblo cuna del poeta Jacinto Verdaguer, uno de los más reconocidos escritores
en catalán y como no podía ser de otra forma, cientos, miles de Esteladas
colgaban de sus balcones.
Nuestras amigas, los amigos y amigas de nuestras amigas, sus familias
quieren una Catalunya independiente de España, pero no quieren romper sus lazos
con España.
Hablaba con el padre de una de ellas y me decía, “queremos
seguir siendo amigos de España” y yo le decía, “no es posible, los hermanos,
son hermanos además de amigos y pueden romper, pero siguen siendo hermanos” y esto es como yo, madrileño siento a los catalanes,
leoneses, gallegos, vascos, andaluces y extremeños.
Otra constatación que hemos hecho y choca con lo que la prensa
nacionalista española nos cuenta todos los días, es que el sentimiento
independentista no es fruto de una confabulación judeomasónica entre Mas y
Junquera. No.
Hemos podido constatar que es un sentimiento, que puede ser que haya
sido manipulado, pero fundamentalmente por las atroces declaraciones de los
políticos “españolistas” sobre todo del PP, y especialmente de aquellos que como
Esperanza Aguirre, por ejemplo, incluso llegaron a insinuar el uso del ejército
para calmar la reivindicación de los catalanes.
He vivido, y quizás en otras zonas de Catalunya no sea así,
como en cada casa, pero literalmente, en cada casa, colgaba una Estelada y eso,
no puede ser casualidad, (no veo yo a los militantes de ningún partido político
colgando noctámbulamente Esteladas por los balcones).
Hemos hablado mucho de todo esto, era lógico, nosotros queríamos
y ellas/os querían. Hemos hablado de lo que sentimos (a un lado y otro de la “frontera”
leridana), de lo que nos pasa, de la crisis y de sus consecuencias y hemos
llegado a la conclusión (y sino que lo digan, que aquí tienen este blog para
debatirlo) que hay muchos, pero muchos más puntos en común que disensiones
entre nosotros, entre las personas que hemos nacido en Madrid y en Vic o en
Badajoz y en Girona. Eso sí, también he podido apreciar como el “nacionalismo”,
excluyente por definición, ha ido modelando unos tópicos y unos mitos curiosos.
Por ejemplo: Todos/as en Catalunya hablan de los problemas de recortes en la
Sanidad y de los problemas que tienen de listas de espera, falta de recursos en
los hospitales, etc, etc. Pero también, curiosamente, como se percibe que eso
pasa solo o más agudizado en Cataluña que en el resto del Estado y claro, cuando
les cuentas lo que está pasando en Madrid, el discurso afrentado se deshace como
un azucarillo.
Me pasa lo mismo en Madrid o en Extremadura cuando hablo sobre
Cataluña. Da la impresión de que son los catalanes los culpables por hablar en
otra lengua de los males que nos aquejan. Como si la privatización de la
Sanidad o el desempleo tuvieran algo que ver con los versos de Espriu
o del aludido Verdaguer.
En esto es evidente que sí que tienen razón en Catalunya y
lo explotan los “independentistas”. Cada vez que el Wert habla de castellanizar
Cataluña, salen 10 independentistas catalanes más. Cada vez que El Mundo, La
Razón, ABC insultan la inteligencia colectiva con un nuevo panfleto en contra
de Cataluña, 100 ciudadanos catalanes ponen una Estelada en su balcón.
He vuelto a constatar que los nacionalismos (y el español lo
es y además con un tufillo a fascistoide que echa para atrás, mucho más que el
catalán), en cuanto confrontas dos realidades concretas con sus pros, sus
contras, sus contradicciones y sus bondades, se desintegra y te das cuenta de
que el problema no es de banderas, fronteras o lenguas, sino de desigualdades,
pobrezas, mala gestión de los recursos, los poderosos afirmando su poder sobre
los pobres, de luchar para conservar los derechos conquistados que quieren arrebatarnos.
Vaya, ni más ni menos que lo de siempre y lo de todos los sitios.
Creo y puedo equivocarme, que la marea blanca en Madrid se
parece más al independentismo catalán de lo que nos pudiera parecer. Ambos comparten
que son movimientos que surgen desde las bases de la sociedad, que los partidos
arropan, pero no pueden controlar (algunos no quieren tampoco) y sobre todo,
que ambos surgen como respuestas ante la injusticia, la opresión y la falta de
escrúpulos de unos dirigentes que buscan el negocio y el interés de clase, de
la clase rica y poderosa, por encima del interés de todos, en Madrid y en
Barcelona.
Por ello toca ponerse a trabajar para que las ilusiones y
las esperanzas depositadas en unos movimientos de rechazo, de ruptura, se
conviertan en unos procesos de creación, de construcción de una nueva sociedad,
que anteponga la justicia, la igualdad (también y quizás, sobre todo la
justicia cultural) a la xenofobia españolista y catalanista que anida en muchos
de los tópicos que alimentan quienes usan estos sentimientos para tapar sus vergüenzas
especuladoras y si al final de ese proceso Catalunya quiere ser independiente,
que lo sea, pero no como contraposición a nada, sino porque sea la solución más
favorable para todos/as.
Muy buena, como siempre, la viñeta de El Roto de hoy en El País.
ResponderEliminarSaludos,
Miguel Santos